El camino del análisis

Para inaugurar el Psicoanálisis, Freud elige el término análisis, que quiere decir separar, desprender. Ese es el trabajo que hacemos cuando hacemos análisis: separar, desprender.
Realizamos entrevistas, algunas preguntas para ubicar la situación del paciente respecto de la cultura. Sus cuestiones simbólicas, con sus objetos de amor, con lo que hace.

Alguien viene a vernos porque sufre, porque tiene síntomas, porque algo no anda.
En “El sentido de los síntomas”, Freud dice que los síntomas tienen un sentido, están estrechamente relacionados con la vida psíquica del Sujeto, un sentido sexual.

Es bajo la forma del diálogo que el síntoma podrá desplegarse.
Lacan define al Inconsciente como “la manera que tiene el Sujeto de estar impregnado por el lenguaje”. Y esta realidad del inconsciente produce efectos en la vida de una persona

Sueños, fallidos, síntomas, equívocos, toda formación del Inconsciente es analizable y es con lo que vamos a trabajar.

Un tratamiento analítico requiere de coordenadas muy precisas: un encuadre temporal y espacial, horarios para la realización de entrevistas y honorarios acordados con la persona que nos consulta.
Esta persona que viene a hablarnos nos supone un saber, la función del Sujeto supuesto saber, que va a permitir que se vaya instalando la transferencia. La transferencia es un modo del amor. Aunque este amor no va, como dice Lacan, sin su gemelo habitual: el odio

En todo lazo social, donde se pone en juego el hecho de hablar, y una relación libidinal a la persona a la que se le habla, hay transferencia. Es la cuestión a resolver en el análisis.

Freud, Sigmund. 17ª Conferencia. “El sentido de los síntomas”. O.C. Tomo XVI Amorrortu editores



“Tierra labrada” Joan Miró, 1923-24

“Insisto en el consejo de hacer reclinar al paciente en un diván mientras yo me siento detrás de él, fuera del alcance de su vista.(…)En general, carece de importancia el tema con el cuál se comienza el análisis, puede ser la biografía, la historia clínica o los recuerdos infantiles del paciente. Ahora bien, de cualquier manera es necesario dejarle hablar y elegir libremente el punto de partida. En consecuencia, le diremos: “Antes que yo pueda indicarle algo necesito saber mucho sobre usted. Por lo tanto, le ruego que me cuente todo lo que sepa de sí mismo.(…) Otra observación antes de empezar. Su relato diferirá en un punto de una conversación corriente. Mientras que en esta trata, como es natural, de no perder el hilo de la exposición y rechaza todas las ocurrencias o ideas secundarias, para no “irse por las ramas”, como se suele decir, en este caso procederá de otra manera.(…)Por lo tanto, diga todo cuanto pase por su mente. Actúe como un viajero sentado junto a la ventanilla del tren que le cuenta al que va en el asiento interior como va cambiando el panorama ante sus ojos. Por último, no olvide que ha prometido absoluta sinceridad y no oculte algo que por cualquier motivo le desagrade comunicar”
Sigmund Freud. “Sobre la iniciación del tratamiento”, Tomo XII, Amorrortu editores

Cuando Freud se mudó a la Berggasse, siguió empleando al principio el método catártico. No fue sino alrededor de 1896, cuando abandonó la hipnosis y desarrolló su revolucionario método de asociación libre, que le dio acceso pleno a la vida psíquica inconsciente y sus peculiares leyes psicológicas, así como a fenómenos fundamentales como la resistencia y la transferencia.