Trabajo presentado en el “1er. Encuentro
Regional sobre infancias y juventudes: Políticas y
Prácticas”, realizado en la Facultad de Psicología de la
U.N.R., los días 30 y 31 de Agosto de 2012.
“Un fuerte egoísmo preserva
de enfermar, pero al final uno tiene
que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza
enfermará
si a consecuencia de una frustración no puede amar”
Sigmund Freud, Introducción del narcisismo (pág.82), 1914.
Tomo XIV. O.C. Amorrortu editores
El título de mi trabajo es una cita de “Introducción al
narcisismo” de Sigmund Freud. Y esto está en relación a las
dificultades que encuentro para el establecimiento de la
transferencia en pacientes que hacen uso de tóxicos.
La transferencia como esa disposición de hablarle a otro.
Puede haber transferencia en cualquier lazo social donde se
ponga en juego el hecho de la palabra y por otro lado, una
relación libidinal a la persona a la que se le habla.
La práctica psicoanalítica en el campo de las adicciones
requiere que pensemos el tema en el contexto de la
subjetividad de esta época. Ya que, además de un
padecimiento personal se trata del malestar en nuestra
cultura.
Los avances tecnológicos y científicos en el siglo XXI, el
discurso de la ciencia y el discurso capitalista, ofrecen
cada vez más objetos que prometen satisfacción, dicha y
felicidad, soluciones mágicas, que no alcanzan a paliar el
sufrimiento humano, y crece así lo que Lacan llamó “los
callejones sin salida de la civilización”. Como si no fuera
posible soportar ningún tipo de malestar.
Es la miseria del exceso, estar a solas con el objeto de
goce, sin ningún tipo de lazo social. La contradictoria idea
de que los grandes avances en la tecnología harían que las
personas estemos más conectadas, cuando en realidad cada vez
más y más gente pasa horas en un encierro a solas con la
computadora.
Casi
todo puede transformarse en un objeto de goce. Puede
volverse adictivo el shopping, el trabajo, la droga, el
sexo, todo puede tomar el matiz de una compulsión.
La época actual, propone como imperativo encontrar la
felicidad a cualquier precio: todos somos adictos en
potencia y a todo.
El nuevo malestar de la cultura
es la creencia de que todo padecimiento, angustia o dolor
puede ser resuelto con objetos, rindiendo culto a la
omnipotencia de la ciencia de modificar y controlar el
nacimiento, la vida, la vejez, la enfermedad y la muerte.
Cuando una persona llega a nuestro consultorio quejándose es
porque algo de esto no funciona, porque sufre. Ese puede ser
un momento interesante para alguien, que pueda interrogarse
acerca de lo que le pasa, dar lugar a su deseo, a que pueda
armar su cuestión singular en la vida.
Freud en el “Malestar en la cultura” habla de los
“quitapenas”, los químicos, y cómo la intoxicación puede
servirle a alguien para encerrarse en un mundo propio y
obturar una pregunta acerca de su existencia.
Es interesante desmitificar la idea del adicto como un
gozador insaciable sino que desde el discurso psicoanalítico
pensamos que la droga tiene una función en la estructura,
más que una enfermedad en sí misma es un intento fallido de
remediarla.
Nuestra tarea como Psicoanalistas va en la dirección opuesta
a la operatoria del consumo: hacer hablar esa parte oscura
que habita en cada sujeto.
Quién por palabras está ligado al malestar, puede empezar a
pensar que por palabras puede desatarse y desligarse de sus
imposibilidades.
La práctica de los llamados toxicómanos consiste en un
intento de suprimir el malestar a toda costa, aún a costa
del sujeto mismo.
A., viene preocupado por su adicción a drogas, pastillas,
cocaína, marihuana. Estaba terminando la escuela secundaria.
Su consumo, mayormente, era con amigos. Podía acercarse a
una mujer, y hablarle.
La pubertad suele ser un momento de inicio, cuando el
adolescente tiene que confrontarse con el otro sexo. En la
adolescencia el joven empieza a interrogar a su Otro, lo
encuentra inconsistente, y está la pregunta acerca del sexo.
Es un momento de la vida donde hay una mayor incidencia de
la pulsión de muerte, y pueden comenzar ahí: anorexia,
adicciones, y otras problemáticas. ¿Qué lugar le da el Otro-
encarnado por los padres- al Sujeto en cuestión? ¿Tiene en
cuenta su singularidad?
El analista puede ser ahí un adulto en referencia, dando
lugar a su palabra, a las formaciones del inconsciente: que
se pueda leer un síntoma, un sueño, lapsus, etc. El análisis
puede convertirse en un discurso distinto al de los padres,
en un lazo social que le da un lugar diferente.
Podemos estar atendiendo a una cierta cantidad de pacientes
que dicen ser adictos pero para cada uno de ellos la droga
funcionará de una manera única, singular. Ya que cada
sujeto tiene una historia familiar particular que lo
determinó en este mundo con un baño de lenguaje.
Por lo tanto será su adicción la que deberá
ser interrogada. En Psicoanálisis nos interesamos por lo
singular de ese que nos habla.
Sylvie Le Poulichet propone el concepto de farmakon
para explicar una forma de desaparición del sujeto. Este
sería un dispositivo que anula al sujeto y la posibilidad de
que ponga en palabras su malestar. El “FARMAKON”,
puede ser remedio o veneno, una sustancia que no tiene
esencia estable, ni carácter propio, da cuenta de la
ambigüedad del tóxico. Es un término que Jacques Derrida
toma en su ensayo “La
farmacia de Platón”.
Hace un análisis del mito que da origen a la escritura y que
aparece al final del Fedro (uno de los diálogos de
Platón)
La escritura, anunciada por el dios Theuth como una droga
benéfica y denunciada por Sócrates como sustancia maléfica.
Theuth, inventor de la escritura, dice que esta es una
poción mágica, una cura, un remedio que hará a los egipcios
más sabios. Sócrates que no escribió nada, convence a Fedro
de la superioridad del habla sobre la escritura.
Entonces, la misma droga puede ser utilizada por distintos
sujetos para conseguir efectos diferentes.
Para que se sostenga una operación del farmakon, debe
haberse constituido algo “intolerable”, que no puede
asumirse dentro de una realidad simbólica, por alguna
cuestión en relación al amor de un Otro que lo dejó
desamparado.
Sabemos los efectos de que un niño no haya sido deseado:
esos momentos iniciales cuando el niño se vuelve hacia el
adulto para buscar su asentimiento y este mira para otro
lado, o incluso lo rechaza.
Cuando un paciente viene y dice: “yo soy drogadicto”, es una
carta de presentación, que le da una identidad. El trabajo a
realizar es que se despliegue en el decir, la historia
familiar, social, etc. Como analistas no nos ocupamos de la
vida moral, ni de la conducta, sólo de los dichos, los
dichos de los padres en los que está alienado. Ir en contra
de cualquier clasificación en la que el sujeto se haya
acomodado.
F. dice en su primera entrevista: “tengo problemas con el
vicio, no lo puedo dejar”. El vicio son: cigarrillos,
marihuana, cocaína, pastillas, Rivotril, pegamento
“Cada tanto me agarra la abstinencia y me descontrolo.
Cuando me quedo sin drogas hago cagadas, robo.”
La madre explica que tiene cinco hijos de distintos hombres,
que fue un `pasatiempo’.
“Mi papá, ni me registra, siempre que lo fui a ver me
rechazaba, soy como un perro para él”.
El vicio, su adicción, le da un lugar en el mundo, una
identidad, a alguien que no tuvo el lugar de hijo para estos
padres: un “perro” para el padre, un “pasatiempo” para la
madre.
Un hijo maldecido, que encuentra en la droga un objeto que
le da una identidad para oponer a la nominación fallida “sos
un perro”.
S. dice “yo no quiero consumir…un momento de lucidez y salgo
a buscar droga..”
¿para
qué?, pregunto
“porque me siento remal…siento culpa…a mi viejo lo
arruiné…lo fundí…”
El tóxico funciona aquí para calmar a un Superyó obsceno,
feroz.
Para que un trabajo analítico sea posible es fundamental la
constitución de una relación transferencial, donde el
analista sea el destinatario del sufrimiento del sujeto.
El recurso del tóxico para calmar el dolor psíquico
obstaculiza la posibilidad de poner en palabras este dolor.
Llamadas telefónicas para hablar de una angustia intolerable
y luego, ausencias, retrasos a la hora convenida para la
entrevista, olvidos, dificultades para pagar, interrupción
del tratamiento, muestran los avatares por los que atraviesa
la instalación de un dispositivo analítico.
La complicación para establecer una transferencia está
presente en todo trabajo analítico, por eso realizamos
entrevistas preliminares. Como dice Lacan en el Seminario de
“La Angustia”: “cómo hacer entrar el elefante salvaje en el
cercado, como poner el caballo a dar vueltas en el
picadero”.
E. toma pastillas para dormir, para levantarse, para los
dolores musculares, para que le levanten el ánimo. Y además,
cocaína.
Hace 1 mes y medio murió su hijo quemado con nafta.
“Tanto dolor te quita las ganas de vivir”
Dice que no sabe para qué viene, alguien le dijo que la
terapia lo iba a ayudar.
A medida que transcurren las entrevistas, va armando una
historia familiar. Qué relación hay entre lo que le ocurrió
a su hijo con él. Qué hizo él como padre, qué lugar dio a
este hijo, qué pasó con la madre. Qué hay de él cómo hijo.
Freud dice en “Sobre la iniciación del tratamiento”, texto
de 1913, que el primer objetivo del tratamiento es allegar
al paciente al tratamiento y a la persona del médico.
Es en su discurso donde el paciente debe crear las teorías y
mitos acerca de lo que él cree que le pasa, por qué consume,
en qué momentos, qué situaciones de su vida lo llevaron a
eso.
En el tiempo de las entrevistas preliminares debe
construirse la posibilidad de un tratamiento. Es necesaria
la ficción creada por el paciente de un interlocutor al que
le supone un saber, la función Sujeto Supuesto Saber. En
algún momento, el fracaso de la droga deja aparecer un
profundo malestar y el paciente dirige esta queja al
analista, es en este momento donde surge la posibilidad de
un síntoma y otras manifestaciones del Inconsciente, como
sueños, lapsus, equívocos.
En las idas y venidas del paciente, en sus retrasos,
interrupciones, es donde se va elaborando una relación
con “la ausencia”.
Suele ocurrir que un paciente, aun no viniendo a la
entrevista, llame para conservar su lugar; que interrumpa, a
veces por lapsos de tiempo prolongados, años, y vuelva para
retomar en el punto en que había dejado.
Elaborar la posibilidad de perder, de tolerar la ausencia,
la espera, y en definitiva, la falta.
“ …no dispongo del tiempo…Prefiero estar en casa con Ray….
Yo nunca, nunca voy a perder a mi amor...Así que siempre
mantengo una botella cerca…”
Rehab. Amy Winehouse
Es un ejemplo de lo insoportable que puede llegar a ser
para el sujeto esa tensión provocada por la ausencia de una
capacidad de demora o de espera, que suele manifestarse en
un estado de angustia, a veces extrema, que requiere de la
droga (objeto único, exclusivo, insustituible), y su ingesta
para poder suprimir la tensión.
En relación a la abstinencia, más que imponerla, es
necesario elaborar el puesto de la droga en la relación con
el analista. Cuando el paciente decide por voluntad propia,
interrumpir el consumo, empieza a cuestionarse la “situación
de amparo ante el malestar” que este le brindaba. Se
encuentra en soledad en relación a sus lazos con pares,
amigos, advierte el encierro en el que ha estado.
La toxicomanía toma estatuto de “síntoma” neurótico,
cuando el paciente intenta encontrarle un sentido, una
explicación, a esto que lo hace sufrir. Ya no funciona como
una operación del farmakon, detrás de la cual el
sujeto desaparece, ya no cumple la misma función. Es cuando
esta fracasa que reaparece la angustia y ciertos síntomas
relativos al modo en que un sujeto se relaciona con los
objetos, a su modo particular de gozar.
A. vuelve al tratamiento en medio de una gran angustia,
esto ocurre años después del primer tiempo de entrevistas.
“Luzbelito sabe que
su destino es de soledad.
¿Estos ojos de quién son?
¿De quién son mis deseos de hoy?
¿Y este insomnio de quién es?
Luzbelito pregunta una y otra vez.
Ay, ay, ay, mis deseos de hoy.
Ay, ay, ay, mis deseos de hoy.”
Patricio Rey y sus redonditos de ricota
A.
dice:
“cuánto tiempo más voy a estar refugiado en mi soledad”.
Habla de su dificultad para amar a una mujer, de sus
inhibiciones. Lo que lo hace sufrir. Sus problemas en el
trabajo, sus amigos, etc.
En este tiempo dice: “recién arranco a perder”
Sus síntomas son los de cualquier sujeto neurótico en
análisis.
Yo considero que este es el punto de llegada en el
tratamiento de una adicción. Que una operación del
farmakon tome el estatuto de síntoma neurótico.
CECILIA
INÉS GANGLI
BIBLIOGRAFÍA
- Derrida,
Jacques, “La farmacia de Platón”, en La diseminación. 3ª
ed. Editorial Fundamentos. Madrid. 2007
- Freud,
Sigmund, “El malestar en la cultura”, en Obras Completas,
Tomo XXI, Amorrortu editores. 1930
- Freud,
Sigmund, “28ª conferencia. La terapia analítica”, en Obras
Completas, Tomo XVI; Amorrortu editores, 1917.
-
Freud, Sigmund, “El método psicoanalítico de Freud”, en
Obras Completas, TomoVII, Amorrortu editores, 1904.
- Freud,
Sigmund, “Sobre psicoterapia”, en Obras Completas, Tomo VII,
Amorrortu editores, 1905.
- Le
Poulichet, Sylvie, “Toxicomanías y psicoanálisis. Las
narcosis del deseo”, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1990.
- Pommier,
Gérard, “Los cuerpos angélicos de la posmodernidad”,
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2002.
|